La segunda Ley de Kepler establece que la distancia influye en la velocidad del desplazamiento de un planeta respecto al sol. De manera análoga, la velocidad y distancia a la que nos relacionamos con nuestro «sol» personal reflejará los cambios y transiciones en nuestra vida. En este contexto, los espacios rutinarios pueden ser vistos como órbitas alrededor de lugares gravitacionales, como el coche que orbita el terreno de las cenizas y yo mismo orbitando alrededor de una urna.
Intenté explorar la superación y transformación personal a través del duelo, utilizando simbolismos relacionados con el sol como origen de la vida. El coche representa la cotidianidad de la existencia, como el volante siempre guiado por la misma mano. Todo ello conduce al momento en el que asumo el papel natural de mi padre en el ciclo de la vida.